Hace 50 años, las primeras pastillas anticonceptivas salieron a la venta en EEUU. Es increíble cómo una pastilla puede cambiar el destino de tantas personas alrededor del mundo pero eso fue exactamente lo que sucedió: la pastilla fue el primer método científico por el cual las mujeres podían controlar la posibilidad de salir embarazadas, proveyendo la libertad individual de planificar su futuro y, si deseaban, el futuro de alguien más. Son más de 215 millones de mujeres quienes la han empleado, saliendo al mercado al inicio bajo el nombre de Enovid*.

La pastilla se volvió en un símbolo del empoderamiento femenino y luego de la revolución sexual, pues abrió una ventana de oportunidad para la experimentación sexual como antes no se había podido lograr, siempre partiendo de la decisión de las mismas mujeres. Nos puso en el mismo poder de igualdad de los varones al poder disfrutar de la sexualidad sin ataduras ni obligaciones ante nadie. O al menos eso ocurrió en la teoría.

Es muy alejado de la realidad afirmar que por la aparición de la pastilla anticonceptiva las mujeres se volvieron más libres. Claro que fue un avance significativo, pero su acceso a las masas pasó antes por leyes y gobiernos que debieron aprobar su venta y distribución gratuita dentro del marco de políticas públicas de salud. Esto fue lo que ocurrió en Perú sin que sea una medida fija: en 2004 con el ex – Ministro de Salud Luis Solari se detiene la distribución de la píldora y la tasa de mortalidad materna aumenta. Vemos ya que hay una diferencia significativa entre poder comprar la pastilla y recibirla gratuitamente: en zonas rurales o alejadas de las ciudades es muy difícil que las poblaciones tengan el poder adquisitivo para comprar los anticonceptivos.

Sin embargo, éste no es el principal impedimento al consumo masivo de la píldora: en el Perú solamente un 2% de las mujeres usa este método, por debajo del promedio de 9% en Latinoamérica**. Las barreras económicas no son justificación ya que la píldora además cuesta un promedio de 9 a 15 nuevos soles en farmacias en su versión genérica, por lo que no es un producto suntuario como otros medicamentos. ¿Cómo entonces explicar el poco uso de la pastilla anticonceptiva en el Perú?

Una de las pistas está en el acceso a la información segura sobre los métodos anticonceptivos. Muchas mujeres no saben cómo funciona la pastilla, aunque la estén tomando. Ésta regula el ciclo menstrual en 28 días, engañando al cuerpo femenino para que los niveles de hormonas se encuentren idénticos a los de un estado de post-ovulación, y así no ocurra la ovulación. A lo largo de las últimas dos décadas, se han realizado esfuerzos de parte del Estado para inculcar la anticoncepción por medio de la llamada “planificación familiar”, distribución gratuita de folletos como el ABC, y campañas de sensibilización. Desgraciadamente, estos esfuerzos se han encontrado repetidamente con puntos de vista conservadores que no permiten la puesta en marcha de planes nacionales de información segura y laica: actualmente el 90% de los adolescentes ha escuchado hablar de los métodos, pero el porcentaje disminuye al consultar si saben cuál es su uso apropiado o si lo han empleado (10-15%).

Por otro lado, tenemos la ya conocida barrera ideológica y/o religiosa, la cual estanca el rol de las mujeres por restringir su libre albedrio y sus puntos de vista. No se trata de prohibir la educación religiosa o de castigar a alguien por tener cualquier fe, sino de proveer de todas las perspectivas posibles antes de tomar decisiones que afectan a la persona por el resto de su vida. Con la estigmatización del uso de métodos anticonceptivos también se limitan las aspiraciones del individuo de una mejor calidad de vida, afectando directamente su desarrollo humano y el bienestar que podría alcanzar. Es en la adolescencia cuando se puede romper el ciclo intergeneracional de pobreza, ¿cómo hacerlo sin proveer de métodos como la pastilla, impidiendo embarazos no deseados y sueños truncados?

Está también el tema del compromiso sobre la contracepción asignada en primacía a la mujer, dejando al sujeto masculino lejos de asumir una carga moral y material equivalente. Es la mujer la que en su mayoría cuidan a los niños no deseados, las que ponen en riesgo su salud durante el embarazo y si intentan realizarse un aborto, son ellas las que se encargan del cuidado alimenticio y de vivienda de los hijos. Aún no se entiende, ni en la sociedad peruana ni desde el Estado, que la formación de una familia o evitar que ésta ocurra es responsabilidad de los dos individuos involucrados.

La pastilla anticonceptiva previene el embarazo en el 92% de los casos bajo su uso típico, y en el 99% bajo un uso “perfecto”: sin nunca olvidar de tomar la pastilla a la misma hora***. Su comercialización se concentra en un 80% en Lima, y la información acerca de ella se transmite con un contenido básico y técnico en colegios y centros de salud. La mejor opción que se tiene para contrarrestar las altas tasas de embarazo adolescente (14% el año pasado según el ENDES) y de aborto inseguro (más de 371000 anuales según Flora Tristán) es la descentralización de políticas públicas de educación y salud sobre sexualidad responsable, y romper la criminalización de la vida sexual activa de la mujer, colocándola en equidad ante el desarrollo pleno de su sexualidad. La primera labor corresponde al Estado y a sus ciudadanos exigirlo, pero el segundo es un ámbito exclusivo de cada uno de nosotros: solamente se podrán cambiar mentalidades si se actúa desde la misma sociedad.

* “Píldora anticonceptiva cumple 50 años” publicado en RPP el 18 de agosto de 2010, en http://especiales.rpp.com.pe/vivirmejor/2010/08/18/pildora-anticonceptiva-cumple-50-anos/

** “Lima concentra el 80% de las ventas de pastillas anticonceptivas en Perú”, publicado en Andina el 23 de octubre de 2010 enhttp://www.andina.com.pe/espanol/Noticia.aspx?id=IWCmvlo2oTI=

*** “The Pill” en Love Matters, http://www.lovematters.info/birth-control/different-birth-control-methods/pill