Espiridiona Cenda nació en 1869 y era una liliputiense de 65 cm. Eso no le impidió llegar a ser una gran estrella de las vaudevilles en los teatros de New York a fines del siglo XIX pues cantando y actuando se ganó el corazón de la gente y de los escritores.

Antonio Orlando se inspira en este diminuto personaje para escribir “Chiquita”, novela que le vale el Premio Alfaguara de novela 2008 y que tu mamá está leyendo ahorita… con mucha ansiedad, por cierto.

Llega un punto en que no sabes qué pensar de Chiquita, no sabes qué sentir por ella… es una enanita caprichosa, presa de sus complejos pero divertida, inteligente, apasionada y… sensual.

Pierde la virginidad con el dedo de un mulato que pretendía a su esclava solo para retenerla a su lado, la hace creer que fue víctima de una violación con lágrimas en los ojos y la separa del zapatero para siempre, enamora al hombre que le viene en gana sin escatimar tamaños… mantiene una relación apasionada con un reportero que confiesa su atracción por ella basándose en su deseo secreto de mantener relaciones con niñas y en cierto momento (y a la vez) con un enano que por primera vez la hace sentir lo que es tener sexo con alguien cuyo peso es proporcional al de ella… y también le hace sentir el placer en el insulto.

‘Chiquita’ es una novela que vale la pena leer, que hace pensar y tiene más que detalles sórdidos sobre un personaje tan peculiar, nos pinta el contexto en que esta “muñeca viviente” vive y ‘crece’ con un arte tal que puedes llegar a escuchar los aplausos de los teatros en los que Espiridiona actuaba así como el sonido de la guerra en Cuba y el trote de las carrozas en la New York del Siglo XIX.